Tiempos Pasados

Las navidades se aproximan, y con ellas el frío gélido sevillano que cala hondo hasta los huesos, abrazandose a tendones y músculo de una forma demasiado obstinada como para deshacerse facilmente de él.
Se aproxima la navidad, y, como todos los años, vuelven a mi mente imágenes de cuando era niño y todo a mi alrededor tenía un color mucho mas apagado. Supongo que después de tanto tiempo los recuerdos se deforman, y las neuronas estilizan lo que creen que vivimos, o lo que pudimos vivir. Recuerdo estar en casa de mi abuela, corriendo de un lado a otro persiguiendo a mis primos, y recuerdo tambien el tacto frío de una gigantesca copa de coñac en mi mano en la que alguien (supongo que mi tia Chati) había depositado con una sutileza casi enfermiza doce uvas peladas y deshuesadas.
Y recuerdo tambien a mi abuelo, siempre calvo y sonriente, un poco loco pero amable, sentado en la esquina de una mesa con mi padre y sus hermanos, hablando de tiempos pasados que ya casi nadie recordaba y de aventuras que jamás tuvieron lugar. En aquel entonces todo era fugaz, y las cosas parecían tener menos importancia.
Fragmentos, una mañana fría en el patio de San Felipe, acurrucado contra una pared color marron pastel, mirar hacia arriba en calle ancha, de la mano de mi madre, y sonreír al ver unas campanas luminosas colgadas de un edificio a otro, la extraña emoción al abir el primer regalo de reyes, jugar a las canicas con Porras y Charly al pié de una palmera...
El tiempo pasa a toda prisa delante de nuestros ojos, y el pasado va quedando grabado en nuestra mente para recordarnos que, a pesar de lo que pueda parecer, la vida no fué siempre a todo color.