lunes, mayo 19, 2008

I see trees of green...

Cae la noche sobre la ciudad, y, acompañado por una taza de té caliente, me siento, una vez mas, ante la pantalla. Respiro profundamente, abrazo la taza con las manos y bebo un pequeño sorbo. Quema. La bombilla de bajo consumo que hay en el techo emite un zumbido imperceptible, tranquilizador. Cierro los ojos.

Siempre me ha gustado escribir, dibujar, y soñar. Recuerdo una escena de infancia, en casa de mi abuela, en la que por aquel entonces vivía aún mi tio José, en una pequeña habitación que olía a tabaco y a libros antiguos. En las paredes se apilaban toda suerte de objetos extraños y misteriosos, pequeños tesoros y verdaderas antigüedades. Rollos de cine, fotografías, maquetas, juegos de mesa, muñecos, comics y discos... mirase a donde mirase podía encontrar algo maravilloso y especial que curiosear. A veces, y solo a veces, cuando la visita terminaba y mi madre llamaba desde el salón, mi tío se volvía con calma hacia alguno de los estantes y cogía algo con sumo cuidado. Mis ojos se iluminaban. "Para tí", decía mientras me ofrecía alguno de sus objetos con una expresión bondadosa en la mirada. Esos dias eran especiales.

Entre las cosas que conservo de aquella época se encuentran el manual básico del juego de rol del Señor de los Anillos, un ejemplar del Hobbit, un tablero de Heroquest, varias revistas de ciencia-ficción de los 80 y una caja de madera llena de muñecos de plomo. Pero, por encima de todo, conservo con sumo cuidado el recuerdo, la imagen viva de la habitación mágica que no se irá jamás de mi mente. Si me concentro un poco puedo volver alli, a sentarme en un rinconcito y mirar ilusionado cómo mi tío proyecta en la pared un corto del pato Donald con su viejo Cinexin.


martes, mayo 06, 2008

Al ritmo de la primavera

Cada dia hace mas buen tiempo. Salgo por las mañanas hacia la facultad, con una camiseta y un pantalon vaquero, y ya no hace ese frio helador de meses anteriores, ni se ven tantos chaquetones y caras largas por las calles. Hace poco he encontrado un atajo, y llego un poco antes. Es un camino solitario, que atraviesa una zona casi sin urbanizar, y un complejo deportivo de la universidad de valencia. Finalmente llego. El campus, vacío, parece una ciudad del futuro abandonada, y mis pasos resuenan entre los edificios de cristal y acero, que me devuelven un reflejo extraño mientras avanzo por un paseo en el que abundan arboles y esculturas modernas. Caminantes solitarios y guardias de seguridad se cruzan sin darse los buenos dias ni mirarse a los ojos.

Mi facultad, aislada del resto, arrinconada en la esquina mas alejada de la universidad, me recibe con un silencio ruidoso, mientras cruzo a buen paso entre los barracones blancos que han colonizado el patio. El sol aparece en cierto momento detrás de un edificio, y se ve todo mas claro. Cielo sin nubes, algún pajaro, sonidos de obra. Están construyendo un parking a pocos metros y la maquinaria pesada se va desperazando. Voy a la cafetería y me pido un zumo. Mientras me lo sirven le echo un vistazo furtivo al periodico y leo lo que puedo.

Cuando salgo de clase ya el sol está bien alto, y la temperatura es muy agradable.

Me gusta la primavera.